sábado, 31 de mayo de 2008

15. Madera (parte 1)

Victoria iba caminando en dirección a su trabajo, sobre la vereda dura, en donde muchos, como ella, caminan todos los días. Hoy sentía la ciudad más contaminada, más sucia y más ruidosa que otros días; de repente sintió la presencia de alguien que tocaba su hombro ¡hola!, dijo él, era Leonidas con su mirada penetrante y su sonrisa a flor de piel. Le saludo con afecto, posando un beso sobre su mejilla, prometiendo llamarla más tarde para concertar una cita en la cual pudieran conversar, con más tiempo. Él se alejó y en ella quedó su perfume. No sabía, qué era lo que le gustaba de su perfume, luego supo y era ese exquisito olor a madera; sí, ese perfume le gustaba y le identificaba, recordándole su niñez…

…Ahí estaba, a sus ocho años, con su pelo recogido, su vestido rojo y descalza. En aquella época su padre, administraba bosques de pino, en un lugar llamado “Colmenares”, en la Región del Maule. Él tenía a su cargo un gran número de personas que trabajaban en un Aserradero. Extraían del bosque pinos, los cuales eran clasificados por diámetro; una vez clasificada la madera, ésta era enviada, en camiones, a una Fábrica de Cajones de quedaba a unos 90 kms. de aquel lugar. Este trabajo daba sustento a un gran número de familias; sin embargo, esto les implicaba vivir en el campo, ya que en aquel tiempo no existía una infraestructura vial adecuada.

Todo este entorno, otorgaba al lugar el escenario perfecto para los juegos de Victoria y sus amigos; algunos de los hijos de las familias que radicaban ahí. Eran María, Marcelo y José; María, tenía la misma edad de Victoria; Marcelo, era un año mayor y José era el pequeño, su mascota. Tenían a su disposición grandes zonas de bosques de pinos, de los cuales se obtenían los castillos de madera y el aserrín. Pasaban días enteros jugando; en los castillos, a las escondidas; en el aserrín, hacían pelotas y se las tiraban encima; en los bosques, al atardecer, ya muy cansados, solían recostarse sobre la paja, contemplar el cielo y escuchar como el viento atravesaba los pinos, creando canciones.

Su abuelo vivía en el campo y se dedicaba a hacer muebles. Para Victoria su abuelo era una suerte de mago. Sí, pues de un trozo de madera, sacaba una silla o una mesa. Victoria le pidió que le sacara un pizarrón, para jugar a la escuela con sus amigos. Pasado un tiempo, ahí estaba, como por arte de magia; su pizarrón era negro, mediano y de textura suave; en muchas oportunidades jugó con María, Marcelo y José.

(...continuará...)


Raúl

14. Rebelde

Estaba el otro día comprando en uno de estos supermercados en miniatura con nombres gringos cuando me di cuenta que de los ocho productos que tenía en la mano, sólo uno era necesario. Los otros siete tenían la suerte que andaba con un poco más de dinero y los ayudé a cumplir su misión en la vida. Hice la fila para pagar en la única caja (supermercado en miniatura), y cuando llegué frente a la cajera (tan gringa también, masticaba chicle), me quedé mirándola un rato. No sé qué habrá pensado. Quizás que le estaba coqueteando. Y, sin decirle nada, volví a los siete estantes a devolver los siete productos innecesarios, disculpándome con cada uno de ellos: "tal vez alguien te necesite, o, más probable aún, tal vez te lleve alguien a quien no le importe comprar cosas que no necesite". Volví a hacer la fila, y cuando llegué, la cajera me miró con cara de nervio. Le sonreí, la saludé. Pagué. Salí del supermercado en miniatura. Y me prometí a mí mismo que la próxima vez que entre a uno será cuando lo destruya.

Roberto Vallejos

13. Heleni, La fría distancia


Los días fríos Hacen que te recuerde más vivamente Que vuelva a sentir tu mano Entibiando la mía. La brisa gélida del invierno Que roza nuestros rostros Sea la justificante de un beso Que sacuda la escarcha Y sonroje mis mejillas Con tu labios De sangre caliente.
Caminar por las calles Aunque sintamos el tiritar de nuestras extremidades Sólo por el placer de sentir en casa El calor de tus abrazos Que remueven cada tramo del frío adherido A mi piel enrojecida Por el viento.
Hoy es un día de invierno Y no estás Y siento frío Sólo me queda cubrirme con una manta Y acercarme al falso calor de la estufa.
Mirar la ventana Y esperar A que vengas Y me saques El azul El blanco El hielo Que mi cuerpo ahora Suele llevar.


Gabriela

domingo, 25 de mayo de 2008

7. Edgardo, El viento.


Ummm... Recuerdo como me sentía el día que murió Elisa. A lo mejor, mi rostro, que no atreví exponer a los espejos, se veía así... húmedo, sonrosado y desfigurado por el ... ¿dolor? ummm ¿Y cómo me curé yo de eso? Porque, es cierto, lo pasé mal... pero ahora me encuentro... ¿bien?. ¿Qué le digo a esta jovencita desconsolada? ¿Que ore a Dios?¿Que vaya a un prostíbulo?¿Que se beba una botella de whisky?¿Que se dedique al estudio?¿Que se vaya de viaje?.
Qué difícil es dar consejos. Sobretodo cuando uno ha vivido algo similar y no sabe cómo se está tan tranquilo.
A lo mejor no estoy de lo mejor, siempre he pensado que mi vida es demasiado calma luego de ese hecho. ¡Qué bah! Ahora estoy cuestionando mi existencia por una paciente desorientada. ... Algo debo hacer ...
Se puso de pie Y vió su iluminada oficina Quiso llorar Quiso sonreir Mas, no salió nada Sólo la ventana que se abrió un poco con el viento ... que dejó entrar un poco de polvo elevado por el ir y venir de las brisas.

"Polvo eres y en polvo te convertirás"

Escuchó decir en un silbido que lo dejó helado.


Gabriela

martes, 20 de mayo de 2008

2. Heleni, La causa otoñal

Y pensaba ella... mientras miraba las hojas correr en el jardín que se divisaba desde la ventana:

"Al caminar por las calles de paredes grises y el adoquín húmedo, se me viene al cuerpo, tu nombre. Verte en la lejanía del caer sutil y suave de las hojas anaranjadas por el pasar del tiempo es recordar, con las brisas que mecen suaves las ramas, tu aliento, explicándome el por qué de tantos otoños. Ahora no hay más que silencio, la luz clara de la mañana sin sol. Esa luz que me recuerda el brillo de las discuciones tibias entre las sábanas besadas tantas veces... que ahora han de yacer frías y sobretodo lejanas e inanimadas, con el calor de otros soles. Ahora nuevamente, estoy aquí, seguida de mi soledad, deambulando por las calles grises bañadas por el oro de las hojas caidas por el viento que anuncia la próxima llovizna"

Siente que nuevamente abren la puerta. Y calla sus pensamientos


Gabriela

sábado, 17 de mayo de 2008

1. Edgardo, Dolor de pecho


- Duele - dijo ella entre sollozos -... duele aquí - Poniendo su mano en el pecho - ... duele ... sencillamente... aquí ... me duele.
- ¿Pero es como un ahogo?
- Más o menos... es como si tuviera una gelatina que quisiera salir y explotar y se tragara todo mi aire y me duele esa presión ...

El doctor se separa un poco de su paciente, mira hacia la ventana que da a un hermoso jardín otoñal, la mira una vez más, afligido y se dirige al pasillo. Llama a su enfermera que espera calma en el pasillo. Pide que se acerque, le habla en voz baja.

- Creo que es más grave de lo que creía, señorita Jimenez.



Gabriela

jueves, 15 de mayo de 2008